domingo, 16 de enero de 2011

¡¡La Atalaya ha desaparecido!!

Esta mañana la Atalaya no se veía ni desde el pueblo, ni desde el Puente Alambre, ni desde el Molino de Teodoro, ni desde el Puente Nuevo. Una densa niebla la cubría. Nuestra Atalaya no estaba. Es una imagen fascinante; seguro que más de una vez hemos dejado correr nuestra imaginación. ¿Quién no ha sido alguna vez el niño o el padre de este microrrelato?

Corría a toda la velocidad que le permitían sus pequeñas piernas. Quería verlo con sus propios ojos cuanto antes. Su padre venía detrás de él todo lo rápido que podía; quería volver a verlo; lo había visto muchas veces
pero siempre le fascinaba. Esta mañana había sido al bajar a comprar el periódico.

El pequeño llegó al final de la calle y se frenó en seco. Ahí, justo ahí, era donde se paraba a veces para mirar la bonita montaña que coronaba su pueblo, la Atalaya. Y ahora… ahora… ¡su padre tenía razón! No había ni rastro de la montaña, había desaparecido por completo. Alguien se la había llevado y todo lo que había dejado era un muro blanco.

Su padre llegó a su lado.
-¿Ves como te decía la verdad, el ogro de las montañas se la ha llevado?
El niño tragó saliva y asintió.
-¿Y cuándo la devolverá?
-¡Ah! Seguro que el ogro de las Montañas nos la devuelve muy pronto.
(Mahira, 2011)
Y desde la falda de la Atalaya el pueblo apenas se veía. ¿Qué había pasado?

Pd. Otras imágenes que hubieran podido acompañar esta entrada

1 comentario:

Joaquín Gómez Carrillo dijo...

Felicidades a Mahíra por su sensibilidad. Su blog es uno de mis favoritos.